sábado, 18 de septiembre de 2010

LOS SITIOS DE ZARAGOZA 1808-1809


 


Hace dos años decidí contar, de forma resumida, la historia de los dos sitios de Zaragoza, que recorrería la Europa de principios del siglo XIX con el mensaje de que Napoleón no era invencible. Ahora os la acerco a vosotros en el comienzo de mi blog. No será la última vez que haré mención a esta hazaña.
Monumento a los Sitios en la plaza que lleva su nombre

 



 

 

 



 

LOS SITIOS DE ZARAGOZA

En los albores del siglo XIX, la ciudad de Zaragoza, que contaba con algo más de 42.000
habitantes, se enfrentó al ejército más poderoso del mundo, dando un ejemplo, a los
países subyugados por la megalomanía de Napoleón, de que era posible la resistencia
frente a Francia. Valentía y sacrificio de una ciudad entera por defender su libertad,
que le hizo entrar en la reducida élite de las ciudades heroicas.


ANTECEDENTES

En una Europa gobernada por monarquías absolutas, a finales del siglo XVIII, el pueblo francés decide revelarse contra los abusos y la incapacidad de sus monarcas llevándolos
a la guillotina e instaurando un nuevo régimen, la república, que moverá los cimientos de la vieja Europa, en el mismo momento en que la cabeza de Luis XVI rodó sobre la cesta de la historia.Pero el resto de monarquías temerosas de acabar descabezadas como la francesa, ejercerán toda su influenciaen sus pueblos para demonizar los nuevos ideales de la revolución: libertad, igualdad, fraternidad. España no fue una excepción. Pero la guerra contra la república francesa que empezó en 1793, acabó en 1795 con la paz de Basilea que abriría unos años de alianzas con nuestro vecino del norte que no gustarán a Inglaterra. La decisión del primer ministro Godoy apoyada por su soberano Carlos IV, de aliarse con Francia, provocará finalmente un enfrentamiento con el imperio británico que nos llevará a permitir la entrada de las tropas napoleónicas en tierras españolas con la excusa de atacar a Portugal que estaba aliado con los ingleses. Godoy, que fue nombrado primer ministro en 1792, intentó traer la modernidad a un país sumido en el feudalismo, donde la aristocracia y la iglesia estaban acostumbradas a manejar los hilos del poder. Estos viejos estamentos de poder elegirán a Fernando, hijo de Carlos IV, como pretexto para derrotar a su enemigo Godoy y acabar con sus reformas. Napoleón, mientras tanto, seguía introduciendo sus tropas en la península y convenció a los fernandinos de que su incursión en España era para subir al trono al príncipe de Asturias, lo que provocó que Carlos IV, Maria Luisa y Godoy intentaran escapar a América desde la ciudad de Aranjuez a lo que se opusieron sus habitantes reteniéndolos y capturando a Godoy. A las pocas semanas Fernando VII, el favorito de la aristocracia, entraba en Madrid entre vítores. Fernando lo primero que haría sería intentar alcanzar el apoyo de Napoleón y éste le tendería una trampa citándole en Bayona donde le hizo prisionero. Napoleón ya tenía
el camino libre para realizar su deseo de apoderarse de una España mal gobernada,
instalada en el feudalismo, pero cuyas gentes acabarán sublevándose contra el invasor.

LA ZARAGOZA DE 1808.

La población de Zaragoza, ajena en gran parte a la política de la corte, llevaba varios años sufriendo problemas de desabastecimiento, alza de precios, y duras políticas fiscales.El descontento y las revueltas eran cotidianas. El 22 de marzo de 1808 coincidiendo con la
caída de Godoy cientos de universitarios provocan algaradas callejeras. Las autoridades ponen fin al curso universitario con un aprobado general. Un joven militar hijo de los
marqueses de Lazán, que pertenecía a la elitista Guardia de Corps, acompañó a
Fernando VII a Bayona como parte de su escolta. José de Palafox, ante la evidencia
de la trampa, intenta liberarlo pero es descubierto y regresa rápido a Zaragoza. Será
sobre las espaldas de este brigadier sobre las que recaerá la defensa de la ciudad.

MOMENTOS PREVIOS

La ciudad es un hervidero, y los acontecimientos del dos de mayo en Madrid, las arengas
 en las iglesias, y la presencia cada vez más numerosa de las tropas invasoras en toda la península harán que, el 24 de ese mismo mes, cientos de ciudadanos apresen al capitán general y recojan 5.000 armas que reparten entre sus conciudadanos. A continuación y a propuesta de algún cabecilla de la revuelta ,deciden ir a La Alfranca a por Palafox, con el
que entran en Zaragoza. El 26 de mayo Palafox era nombrado Capitán General. Para
dotar su repentino cargo de legitimidad, se decide convocar a las Cortes del Reino de
Aragón para el 09 de junio. La última vez que se convocaron fue en el año 1707 ya que
fueron suprimidas posteriormente por los Decretos de Nueva Planta. Siguiendo la tradición
se convocó a los cuatro brazos o estamentos; Iglesia, nobleza, hidalgos, y ciudadanos, que ratificaron el nombramiento de Palafox y establecieron una Junta Suprema de Gobierno.
El discurso de Palafox a las Cortes fue una declaración de guerra al invasor y como tal fue tomada por Napoleón que la recibió con un acceso de ira no exenta de preocupación, al comprobar como un pequeña ciudad podía poner en duda su omnímodo poder sobre
Europa.


“...llegó el día 24 de mayo, día de gloria para toda España;
y los habitantes de Aragón, siempre leales, esforzados y
virtuosos, rompieron los grillos que les
preparaba el artificio, y juraron morir o vencer...”

PREPARATIVOS MILITARES

Las fuerzas militares con las que contaba la ciudad de Zaragoza eran escasas y Palafox declaró el reclutamiento forzoso de todos los aragoneses entre 17 y 40 años.Todos los corregimientos se pusieron manos a la obra. Otra cosa fue la del equipamiento ya que las prisas y la falta de fondos económicos complicaron la labor. Pero pese a las dificultades,
 los pueblos y ciudades de Aragón enviaron sus tropas mal uniformadas y peor armadas
pero dispuestas a derramar hasta la última gota de sangre. La ciudad de Zaragoza no
estaba amurallada, pero tenía dos barreras naturales, el Ebro al Norte y el Huerva al Este.
El Sur y el Oeste tan sólo estaban protegidos por un frágil muro de ladrillo y los castillos de
la Aljafería y el convento de los agustinos. Esta situación planteó la duda de si era mejor atacar a las tropas francesas en campo abierto o atrincherarse en las calles de la ciudad.
Se decidió por la segunda opción sobre todo después de comprobar la inferioridad de
nuestros efectivos frente a un ejército bien preparado y mejor pertrechado en las batallas
de Tudela, Mallén y Alagón. En Tudela el hermano de José Palafox intentó con 6.000
hombres evitar la entrada del enemigo en tierras aragonesas, pero en unas horas el general Lefébvre toma la ciudad y causa el repliegue hasta Mallén donde volverán a ser derrotados
el 13 de junio. Este descalabro sumirá la ciudad de Zaragoza en la desmoralización al ver
en la práctica el peligro al que se estaban enfrentando.
Tres días más tarde el propio Palafox sale al encuentro de los franceses en Alagón con 6.000 efectivos, pero al cerciorarse de la desproporción de las fuerzas que ya se divisaban, decidió volver a Zaragoza.
El 15 de junio el general francés ya instalado en Alagón con sus 14.000 hombres saborea
la que piensa, será una victoria fácil y ejemplarizante sobre la orgullosa ciudad de Zaragoza.
Palafox saldrá, por la puerta del Angel, dirección a Belchite, dejando a Vicente Bustamante
al mando de la ciudad, para reagrupar tropas con las del varón de Warsage, las instaladas
en Calatayud y otras dispersas en las cercanías de Belchite. Se calcula que aglutinó 8.000 hombres, más de 100 caballos y algunas piezas de artillería. Pero la salida del General
Palafox fue entendida por algunos como una deserción y a punto estuvo de causar la
rendición de la ciudad por parte del concejo zaragozano a no ser por la intervención airada
de los paisanos. Ese mismo día 15 de junio comenzará el primer sitio de Zaragoza que
durará tres meses y que sorprenderá a la temerosa Europa siendo un acicate para el
posterior alzamiento de los pueblos frente al tirano.

EL PRIMER SITIO

Un bombardeo incesante golpeó la ciudad durante largas horas haciendo vibrar las piedras
y los corazones. Dos columnas se lanzaron contra las puertas del Carmen, el Portillo y
Santa Engracia que fueron traspasadas con relativa facilidad, pero lo que encontraron las tropas invasoras no lo esperaban.
Una columna fue aniquilada por las fuerzas aragonesas que esperaban tras la puerta del Carmen, siendo la temida caballería polaca atacada por un grupo de mujeres armadas con cuchillos, acabando caballos y jinetes traspasados por sus filos a su llegada a la plaza del Portillo.La puerta de Santa Engracia será una trampa para los franceses que intentaron franquearla, ya que al superar la valla exterior del convento quedaron atrapados sin
posibilidad de escape.
La huida de los franceses dejará 700 de los suyos amontonados en las calles y plazas,
siendo sus últimas visiones, aceros, pólvora y polvo. Los huidos llevaron a su general el mensaje de la derrota mientras los defensores se afanaban para socorrer a sus heridos y enterrar a sus muertos.
Palafox, mientras tanto, seguía fuera de Zaragoza en su idea de que la defensa de la ciudad debía plantearse fuera de la misma con ataques combinados a su retaguardia y líneas de abastecimiento. Desde Belchite pasará a La Almunia donde consiguió refuerzos y, tras
algunas discusiones, llegará a Epila, donde será atacado por el coronel Chopiski,
venciéndole la noche del 22, y provocando una desbandada de las fuerzas de Palafox,
que huyeron hasta Belchite donde se reagruparon, para dirigirse finalmente a Zaragoza
desde Velilla.
Los franceses esperaban refuerzos limitándose al envío de un pliego de rendición el 17, y
un bombardeo el 24. El 25 de junio llegó, al mando de una división, el general Verdier que
tomó el mando de las tropas que sitiaban la ciudad, relevando a Lefévbre. La elección por Napoleón de este veterano general no era casual. Zaragoza debía caer y pronto. Verdier decidió bombardear masivamente la ciudad durante tres días con sus noches llevando el
terror a sus gentes. Un terror que se intensificó con la explosión fortuita del polvorín de
San Valero que produjo un rugido de tal magnitud que se pudo escuchar en varias
localidades cercanas a Zaragoza.
Al día siguiente los franceses vuelven a atacar las puertas del Carmen y santa Engracia
donde vuelven a ser derrotados, pero en cambio consiguen tomar la posición de Torrero,
al ser abandonada por el jefe de puesto, el coronel Falcó. Palafox castigará esta actitud ejecutándole el 22 de agosto. Desde esta posición elevada, Verdier dirigió su fuego artillero contra la Aljafería y las puertas del Portillo y del Carmen.
El mismo día que el francés castigaba el castillo de la Aljafería, entró Palafox en Zaragoza
con las tropas de refuerzo y el 09 lo hizo su hermano Francisco. Entre los dos aportaron
2.200 hombres armados. Recién amanecido el día 2 de julio se lanzan seis columnas francesas sobre las puertas del Carmen, Santa Engracia, el Portillo, Sancho, la Aljafería
y el convento de Agustinos. Ha pasado a la historia de las acciones heroicas, la actitud de
una mujer anónima que, ante la muerte de sus artilleros, prendió la mecha de un cañón,
ante la incredulidad de los atacantes que huirán despavoridos entre la excitación de los defensores. Palafox, que se encontraba en esos momentos en la defensa de la puerta del Portillo, colocó los emblemas de sargento a una desconcertada Agustina Zaragoza.Verdier
no tuvo más remedio que encajar esta nueva derrota, replanteándose la estrategia sobre la toma de la ciudad, decidiendo el cierre de la misma. El 11 de julio cruza el Ebro por Juslibol
cercándola con el objetivo de desabastecerla. Para apoyar este objetivo se mandan tropas para saquear los pueblos de la margen izquierda del río; así como a Calatayud y Tauste, cortando las vías desuministro de los sitiados. EL 29 atacan los molinos de las Almas y del Pilar. El 1 de agosto llegan más tropas francesas al mando de Bazancourt, con lo que ya
eran 15.000 los sitiadores, que ya rodeaban completamente Zaragoza. Al día siguiente, el fuego cayó como la lluvia sobre las puertas, las calles y las gentes, empapando de muerte
y cenizas la ciudad. Verdier intentó dividir la ciudad en dos, dirección sur-norte. El gran
número de efectivos, ya dentro de la ciudad, provocó una encarnizada lucha con
numerosas bajas en ambos ejércitos, decidiéndose la salida de Palafox de Zaragoza para buscar tropas de refuerzo. Pero los zaragozanos mantuvieron a los invasores retenidos
sin poder cruzar el Coso en encarnizada lucha cuerpo a cuerpo. El general Verdier fue herido pasando el mando a Lefevbre. Este volvió a conminar a los defensores a rendirse, pero fue respondido con la célebre frase de “guerra y cuchillo”. Al fin llegó Palafox con los víveres y
los refuerzos que había conseguido reunir, al mismo tiempo que se conocía la noticia de la victoria española en Bailén, que obligó a los franceses a retirarse de Zaragoza para apoyar
la huida de José I, desde Madrid hacia Vitoria. Así se puso fin al primer sitio de Zaragoza el
día 13 de agosto con la voladura del monasterio de santa Engracia. En su retirada dejaron 3.000 compatriotas muertos y una huella de profunda humillación en el alma de Napoleón
que cometió el error de infravalorar el espíritu de los españoles a los que quería llevar las ideas de la ilustración, intentando sacarles del feudalismo, pero sin contar antes con su aquiescencia. El castigo ante tanta ingratitud llegará en el mes de noviembre en el que Napoleón en persona guiará a más de 250.000 soldados para castigar el país que tanta deslealtad le había manifestado. Esta vez se trataba de un ejército formado por veteranos.
El mariscal Lannes mandará las tropas del Ebro y logrará la primera victoria en Tudela, el
23 de noviembre lo que dejará expedito el camino a Zaragoza.

 



Restos de metralla en la calle EL POZO

  
SEGUNDO SITIO
Zaragoza, esta vez, había dispuesto de más tiempo para preparar la defensa. A diferencia
del primer sitio, ahora se disponía de 35.000 militares al mando de los mariscales Moncey
y Portier, lo que preveía una resistencia más contundente, pese a no tener finalizadas las
obras de defensa. Paradójicamente tal cantidad de tropas serían la causa del desabastecimiento y de las enfermedades como el tifus, que serán determinantes en la doblegación de la plaza.
La estrategia francesa estará muy determinada por la ingeniería y la cautela. Tras rodear
la ciudad, se dispuso a cavar trincheras cada vez más cercanas a las puertas de la ciudad
y mediante la utilización de minas se iban destruyendo las defensas. Palafox ordenaba incursiones de castigo fuera de la ciudad, muchas de ellas con éxito, pero el cerco era definitivo. Dos meses de encarnizadas batallas puerta a puerta, cuerpo a cuerpo, verán su reflejo en las lineas escritas por el mariscal Lannes:

“¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un sitio en cada calle; una
mina bajo cada casa.¡ verse obligado a matar a tantos
hombres, o mejor dicho, a tantos furiosos!. Aquella guerra
es horrible: Se lo he dicho al emperador, la victoria da
pena...”

Casta Alvarez y Manuela Sancho, serán reflejo de la valentía de la mujer zaragozana.
A finales del mes de febrero, Palafox cae enfermo de tifus y cede el mando al teniente
general O´Neille agonizante, al igual que el varón de Warsage herido por bala de cañón,
por lo que finalmente será el general Saint Marq quien decidirá aceptar la capitulación pese
a la negativa de Palafox. La capitulación fue dura en extremo por deseo de Napoleón y el espectáculo de los 6.000 cadáveres que alfombraban las callejas de Zaragoza y el desfile
de las tropas vencidas harán escribir al general Léjeune:

"La columna española salió ordenadamente con sus banderas
y armas. Nunca pudo nuestra vista contemplar un espectáculo
más
triste y conmovedor. Trece mil hombres enfermos con
el germen del contagio en su sangre, enflaquecidos
horriblemente, de barba negra, larga y descuidada, con fuerza
apenas para sostener sus armas, se arrastraban lentamente
al sonido del tambor. Sus trajes sucios y en desorden, bosquejaban
un cuadrote la más espantosa miseria. Un sentimiento de arrogancia
y orgullo indefinibles aparecía en los rasgos de sus semblantes
lívidos, ennegrecidos por el humo de la pólvora y sombríos por
la cólera y la tristeza...En el momento en que estos bravos
depusieron sus armas y entregaron sus banderas veíaseles
presa de un violento sentimiento de desesperación. Sus ojos
chispeaban de cólera".

La venganza será la rúbrica del segundo sitio. Ejecuciones selectivas, como la de padre Boggiero, y el traslado a Francia, a pie, de los 12.000 prisioneros para realizar trabajos forzados, de los que muchos se librarán por morir en el suplicio del camino. No se
merecían este final nuestros valientes, pero así se pudo ver el verdadero rostro de un
tirano disfrazado de salvador de Europa: el emperador de vanidades; Napoleón.

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